Reconozco que mi cuerpo y mi mente están profundamente conectados con la naturaleza animal. Compartimos muchos instintos básicos con otras especies: el hambre, el miedo, la necesidad de protección. Sin embargo, lo que nos distingue es nuestra capacidad de razonar, reflexionar y crear.
Mi ejemplo:
Puedo ver estas ideas reflejadas en mi vida cotidiana al tomar decisiones importantes, por ejemplo, en la escuela o en la vida personal. Siguiendo a Descartes, a menudo me esfuerzo por tomar decisiones basadas en la razón, cuestionando lo que percibo y buscando la mayor claridad posible. Por ejemplo, al planear mi carrera, intento dejar de lado las emociones y concentrarme en lo que realmente quiero y necesito.
Pero siguiendo a Harari, también veo cómo las historias que nos contamos a nosotros mismos influyen en esas decisiones. El éxito, el amor, y la felicidad son en muchos sentidos construcciones sociales. Si pienso en cambiar de trabajo, no es solo por lógica pura, sino por las ideas que la sociedad me ha enseñado sobre el prestigio, el crecimiento personal, o lo que significa "tener éxito". Estamos siempre influenciados por esas narrativas, muchas veces inconscientes.